Por lo contrario de previsiones interesadas o apresadas, a la derecha o a la izquierda, está totalmente en el campo de las posibilidades una gran victoria del PT y de la coalición que apoya el gobierno Lula en las elecciones de 2004
por Juarez Guimarães

Juarez Guimarães*

Por lo contrario de previsiones interesadas o apresadas, a la derecha o a la izquierda, está totalmente en el campo de las posibilidades una gran victoria del PT y de la coalición que apoya el gobierno Lula en las elecciones de 2004, sedimentando el camino político para la superación del neoliberalismo.

Toda la previsión política es condicionada. Consulta hechos futuros que están al alcance o independen de la voluntad de los actores políticos analizados. Partiendo de esas condiciones, establece un campo de previsión.

Las elecciones municipales de 2004 serán definidas en la disputa política circunstanciada de cada ciudad. Pero es razonable antever que serán fuertemente condicionadas por la evaluación de la población bajo el gobierno Lula, cuya novedad histórica centraliza toda la coyuntura política del país. Una relación de orden inversa también es verdadera: un desempeño electoral negativo o flaco del PT en las elecciones municipales que se siguen señalará la quiebra de una dinámica política empezada en las elecciones de 2000, reponiendo la potencia de la oposición al gobierno Lula y reposicionándola para la disputa en 2006.
Lo que este ensayo pretende demostrar es que está en el campo de las posibilidades, de las decisiones políticas al alcance del gobierno Lula y del PT, una victoria electoral significativa en 2004, sedimentando el camino político para avanzar decisivamente en la superación del neoliberalismo.

Existen tres campos de factores que independen de la voluntad del gobierno Lula, del PT y de sus aliados. El primero es la coyuntura internacional; el segundo es lo que podríamos nombrar “potencia de la oposición”; el tercero está vinculado al orden de la pura casuística, del absolutamente imprevisto o subjetivo.

Existe una fuerte convergencia de los analistas internacionales de que en el año de 2004 no sea probable un surto de instabilidad financiera que provocase una alteración repentina o la inminencia de una crisis cambial para los países periféricos llaves, en particular el Brasil. Este, a propósito, a pesar de estructuralmente vulnerable a tales crisis, ha presentado, grueso modo, algunas mejorías de indicadores (superávit comercial récord en 2003, elevación de sus reservas). En año de elección en EE.UU. no se parece probable un aumento expresivo de la tasa de interés decidida por el FED, que podría coyunturalmente estimular el escape de capitales de riesgo.

En segundo lugar, la potencia de la oposición política al gobierno Lula está, en el actual escenario, fuertemente debilitada por la crisis programática del PSDB, por la falta de unidad estratégica de sus principales liderazgos, o sea, por la debilitación expresiva de sus representaciones parlamentares. Resta a ellos, lo que no es poco, la simpatía activa y presente de la midia, de los principales periódicos del país, que a pesar de sus diferencias actúan con frecuencia orquestadamente en momentos-llave.

Hay, además, la acción del acaso, del inesperado. Pero la acción corrosiva de esos factores puede ser contra-arrestada, en parte, como nos enseña Maquiavel, por la acción virtuosa o prudencial del gobernante.

Si eso es verdad, la coyuntura de las elecciones de 2004 es, por excelencia, un momento de acción creativa del gobierno Lula, de iniciativa y de expansión pública del PT y de los movimientos sociales que conforman su base histórica. El año de 2004 será lo que seamos capaces de construir en él, en particular nuestra capacidad gubernamental y pública de ir superando los constreñimientos históricos legados hacia el proyecto transformador del PT.

Dramaticidad de la Esperanza

Esta visión amplia muy positiva de las posibilidades políticas ha que ser complementada por una visión del estado actual de la dinámica de las relaciones del gobierno Lula con la populación brasileña. Como existe series y convergencias entre las tres pesquisas nacionales hechas regularmente – CNI-Ibope, CNT-Sensus, Datafolha –, es posible un análisis razonablemente segura a respecto de tal relación. Ellas indican la revolución dramática de las esperanzas del pueblo brasileño.

A pesar de todavía permanecieren en un nivel muy elevado en el caso de la evaluación del desempeño personal de Lula como presidente (65,3% conforme la pesquisa CNT-Sensus, divulgada en febrero; 60% de acuerdo con el Datafolha del 2 marzo) y razonables en el caso del gobierno federal (39,9% en la CNT-Sensus y 38% en el Datafolha), estos índices están en queda consistente desde agosto de 2003. Las razones de este proceso son muy convergentes en todas las pesquisas: ausencia de acciones eficaces para reducir el desempleo (que tuvo un aumento bastante grande el 2003 en consecuencia del ceje de la economía) y desempeño considerado insuficiente de las políticas sociales. El gobierno es también relativamente mal evaluado en el combate a la corrupción.

Llama la atención la actual diferencia de 25,4% en el caso de la CNT-Sensus y de 22% en el caso del Datafolha entre la aprobación a Lula y a su gobierno. En gran medida, esa diferencia, que no existía, por ejemplo en el caso de Fernando Henrique y su gobierno durante el primero mandato, deriva de la condición anunciadora, siempre renovada por su amor auténtico hacia los oprimidos, el liderazgo público del presidente de la República. De hecho, este he pasado todo el año de 2003 anunciando nuevas condiciones que estarían siendo gestadas para el empleo, la renta, la reforma agraria y las políticas sociales.

Es razonable suponer que la persistencia del contraste entre el anunciado y la realidad probablemente provocaría una gradativa aproximación entre los dos índices, entre la aprobación del desempeño personal del presidente y el de su gobierno. Esta tendencia, alias, ya se ha manifestado en la pesquisa de febrero de la CNT-Sensus, con una inclinación más fuerte de queda de la popularidad presidencial con relación a la de su gobierno. Aún más preocupantes son las indicaciones a respecto de la propia credibilidad del presidente: 48% juzgan que las promesas de campaña están siendo cumplidas, pero 42% ya evalúan que no.

Si las tendencias casadas de queda de la popularidad y de crecimiento de la desilusión no sean invertidas en los próximos meses, el PT y sus aliados enfrentarán la próxima disputa electoral en un contexto crónicamente negativo, de desconfianza o descrédito o hasta mismo hostil. No está en definición solamente una cuestión electoral, sin embargo esa dimensión sea fundamental: se trata de una dinámica potencial de conflicto entre el PT y sus bases históricas, los trabajadores y los sectores populares. Y más, una amenaza acerca de la propia proyección ético-política del PT y de la coalición de gobierno liderada por él. ¿Cómo explicar la continuidad de políticas que hieren tan hondo las condiciones de vida ya dramáticas del pueblo brasileño mientras banqueros y especuladores, que ya lograron tanto durante los últimos años, tienen lucros récordes? ¿Atribuir a una elección sin opciones, fruto de constreñimientos heredados? ¿Pero, entonces, el partido que representa legítimamente, por medio de conquista y derecho, la esperanza por un cambio, estaría confirmando que, descartada la aventura, la continuidad fundamental debe de prevalecer?

Si las tendencias de caída en la popularidad y de crecimiento de la desilusión no sean invertidas durante los próximos meses, el PT y sus aliados enfrentarán la disputa electoral en un contexto negativo, de desconfianza o descrédito.

Rumbando hacia la transición

En los meses finales de 2003, una serie de decisiones importantes venía evidenciando que el gobierno Lula estaba fortaleciendo las condiciones para un nuevo padrón de las relaciones entre el Estado y la economía, preparando las condiciones a un ciclo sustentado de crecimiento de la economía con distribución de renta.

En el sector eléctrico, donde hubo el estrago más grande provocado por la privatización y desreglamentación, se aprobó un nuevo marco regulador en el cual el Ministerio de las Minas y Energía retoma funciones-clave. Toma la misma dirección la redefinición funcional de las agencias reguladoras, marcando una posición republicana más responsables de las mismas en sus áreas de actuación. La sustitución del presidente de la Agencia Nacional de Salud ha sido, por cierto, un marco en eso sentido. Perdieron fuerza los rumores acerca de la sustitución de Carlos Lessa en el BNDES, cuya gestión operó una virada estratégica en las funciones desarrollistas, nacionales y sociales del más grande banco de fomento brasileño. El último 2 de marzo, por ejemplo, ha sido divulgado que las nuevas políticas operacionales del banco privilegian, en términos de costo de empréstitos, el sector público. Se definieron planes estratégicos de financiamiento para la habitación y saneamiento, áreas prácticamente abandonadas por los gobiernos FHC y particularmente penalizadas en 2003. Se ha anunciado, rompiendo aquí claramente con la época del malanismo, una nueva política industrial activamente conducida hacia sectores tecnológicamente claves.

La conducción soberana de la política externa ha sido confirmada, con la demisión de un director del Ministerio de la Hacienda el cual atacó públicamente la conducción de las negociaciones con relación a la ALCA. Los fondos de pensión, que constituyen un sector estratégico para el financiamiento de una economía del sector público, daban indicaciones consistentes de salieren de la lógica de la financierización que dominó la década de 1990 y se volvieren a los nuevos marcos definidos en los planos de parceria público-privada.

Con el anuncio de contrataciones macizas por medio del concurso público, Lula divulgó aquello que llamó de “el desmonte del desmonte del Estado brasileño”, criticando la tercerización de los servicios implantada en los años 1990. Todavía más importante, prevaleció en el gobierno la apuesta en el más grande plan de reforma agraria del país, superando las grandes limitaciones de 2003 y pactando estratégicamente el Ministerio del Desarrollo Agrario con los movimientos sociales en el campo. La presión pública por una reducción del arreglo fiscal se mostró en el trabajo parlamentar del PT, por intermedio de Jorge Bittar, con previsión de R$ 12 billones de inversiones del gobierno federal en 2004. Por fin, el grupo interministerial que, bajo la dirección del MEC, elaboró un plan estratégico para la universidad brasileña, en contraste con el punto de vista del Banco Mundial, volvió la atención hacia una política de recuperación de las universidades públicas y por la duplicación de su oferta de matrículas hasta el año de 2007. En el inicio de 2003, en contra la opinión expresa del ministro de la hacienda, el ministro José Dirceu y el propio Lula anunciaron que el proyecto de autonomía del Banco Central no era prioridad para 2004.

La reforma ministerial trajo un refuerzo político estratégico a esta dinámica de transición. La confirmación pública de José Dirceu en la función de coordinación política y administrativa de los ministerios renovó la fuerza y la legitimidad del centro político del gobierno Lula. La indicación de Patrus Ananias para el ministerio del Desarrollo Social y Combate al hambre – ahora envolviendo el programa Hambre Cero, el Beca-Familia y el Ministerio de la Asistencia Social – tiene el potencial de crear un dinamismo nuevo para la vocación social del gobierno Lula. Patrus tiene estatura ético-política para que se torne el liderazgo público nacional del sentimiento cristiano comunitarista que mueve el pueblo brasileño.

La opción de los dos ministros del PMDB – Eunício de Oliveira e Amir Lando, nombres desvinculados de las prácticas más fisiológicas del partido – consolida la atracción de este partido para una función estratégica de centro en el gobierno Lula. El pacto ministerial es la contrapartida de la formación de una sólida mayoría parlamentar en el Senado y en la Cámara, que aíslan los intentos del PSDB y del PFL de construir un bloque oposicionista fuerte de centro-derecha.
La previsión era la de que, por el primer trimestre de 2004, la continuidad de la caída de la tasa de interés básico de la economía, administrada por el Banco Central, y el paquete de nuevas inversiones directas o coordinadas por el Estado alimentarían la dinámica todavía incipiente de retomada del crecimiento, empezada en el último trimestre del año pasado.

Bloqueo a la transición

No ha sido, sin embargo, lo que pasó. El Banco Central, contrariando hasta mismo las expectativas inmediatas del propio mercado, apoyando en un diagnóstico claramente artificial de peligro de regreso de la inflación, cuestionado incluso por monetaristas ortodoxos, optó por interrumpir la continuidad de la caída del interés básico. La realidad es que, agrandando el interés real practicado en la economía, generando expectativas de manutención de la tasa de interés por los próximos meses y incertidumbres cuanto a la frágil recobrada del crecimiento.
Se siguió un pequeño movimiento especulativo del capital financiero, asociado a rumores acerca de la demisión o renuncia de Henrique Meirelles del Banco Central y de personal graduado de la Hacienda, relacionados a la antigua equipe de Malan. En este ambiente, el ministro de la Hacienda impuso la necesidad de crear una “reserva técnica” de parte significativa de los R$ 12 billones de inversiones directas antevistas por el gobierno federal para este año.

El contexto de incertidumbres se vio fuertemente empeorado con la denuncia, gravada en video y televisada, de un importante funcionario de la Casa Civil, Waldomiro Diniz, que desfrutaba de la confianza del ministro José Dirceu, regateando dinero y propinas con un empresario del juego del “bicho” en 2002. Las escenas chocantes fueron claramente súper dimensionadas en su significado político y instrumentadas para atingieren exactamente el eje político del gobierno más afinado con el profundizamiento de una lógica de transición al paradigma neoliberal.

Hasta ahora las investigaciones que fueron hechas tratan de un funcionario corrompido, gozando de una confianza indebida para cumplir funciones estratégicas de gobierno. Acerca de la intermediación hecha por el empresario del juego del “bicho” con la empresa Gtech, que presta servicios à Caja Económica Federal, esta concluyó que, después de las apuraciones, que las irregularidades se pasaban desde 1997, empiezo del segundo mandato de Fernando Henrique, y envolvían funcionarios y dirigentes de la institución.

De toda la prensa, la que dio un trato más bombástico y parcial a este evento fue el diario Folha de São Paulo, que está construyendo, diariamente, el diagnóstico de que el gobierno Lula es un mero continuador del neoliberalismo y tendría ahora “su credibilidad política atingida de forma irreversible” (“Ilusiones perdidas”, editorial de 22/2”. Pero la propia revista Veja, en su edición del 3 de marzo, afirma: “Decir que el compromiso del PT o del gobierno con la moralidad administrativa y la ética tenga ido todo por abajo con el caso Waldomiro Diniz no es solamente un exagero – es también una tontería. Pero no se puede negar que el gobierno perdió una excelente oportunidad de mostrar que sus prácticas son distintas y que su discurso ético, tan aceitado por la oposición, no era solamente para consumo externo”.

Un tratamiento editorial más conducido fue descartado por los conservadores diarios O Estado de S.Paulo, la revista Veja, el periódico O Globo y la revista Época, que apoyaban programáticamente la continuidad de las directrices económicas heredadas desde el período Malan. Mientras O Estado de S. Paulo pedía en editorial la demisión de José Dirceu, la Veja del 3 de marzo centralizaba su edición de nacional en longa materia: “José Dirceu: el ministro que encogió”.

Ética republicana

El episodio de Waldomiro Diniz no llegó hasta ahora a caracterizar debidamente una crisis política de gobierno. La propuesta de una CPI (Comisión Parlamentar de Investigación) acerca de este caso, a pesar de la grande resonancia en la opinión pública en función hasta mismo de la repercusión agrandada por la midia, ni siquiera unificaba los principales liderazgos del PFL y del PSDB. La medida Provisoria de cerramiento de los bingos ultrapasó la propuesta de una CPI, recibiendo el soporte de la población y callando las desconfianzas de que el PT mantuvo o mantenía relaciones más sistemáticas con el juego ilegal. Pero es razonable suponer que, a causa de las circunstancias y de la apropiación pública del acontecimiento, la imagen de compromiso del PT con la ética republicana tenga sufrido un daño importante.

Este es un campo en el cual, seguramente Lula tiene historia, trayectoria y programa sólidos para construir una identidad pública fuerte en el combate a la corrupción sistémica. No es irrelevante recordar que ha sido durante el mandato del diputado federal José Dirceu y coloquios internacionales promovidos con el Instituto Ciudadanía, envolviendo los principales liderazgos y entidades que desarrollan una acción permanente por la ética en la política, que más se acumuló en el país en diagnósticos y soluciones al tema.

Desde el comienzo, el gobierno está atacando la corrupción sistémica por dos frentes principales. La Controladoría-General de la Unión, bajo la dirección de Waldir Pires, realizó una amplia auditoria en los repasos de cuantías federales a los municipios, constatando irregularidades en 75% de los casos pesquisados. El Ministerio de la Justicia, juntamente con la Policía Federal, se están equipando y realizando acciones en contra los circuitos de lavaje de dinero que fomentan el crimen organizado y dan cobertura a la corrupción. Pero es posible y necesario hacer aún más.
Existen tres áreas que pueden ser objeto de acción sistemática en el corto plazo. En primer lugar, el periodo neoliberal se marcó exactamente por la exacerbación de las acciones de los lobbies privados en las instituciones o servicios estatales. Es necesario, pues, dar visibilidad a la definición de lo que son bienes públicos y bienes privados, readquirir el sentido democrático de controle de Estado brasileño y del bien común. Transparencia del presupuesto, instalación de oidorías con representación de la sociedad civil, repactación de normas procedimentales, control público de concurrencias: El gobierno Lula precisa dar amplia publicidad a la que tiene hecho y hará en esta área.
En según lugar, es vital pactar entre los partidos, como apunta reciente iniciativa del presidente del PT, el financiamiento público de las campañas con nuevos procedimientos y penalidades de controle y punición de los gastos ilegales. Por fin, es imprescindible institucionalizar – como proponía el programa de gobierno, en el cuaderno “Combate a la corrupción – compromiso con la Ética”, lanzado en 2002 en la OAB – un órgano compuesto de los tres poderes, del Ministerio Público, Tribunal de Cuentas de la Unión y de representantes de la sociedad civil para coordinar todo el trabajo de prevención a la corrupción.

Los intereses del capital financiero conspiran en contra la retomada del crecimiento. No tienen más la legitimidad de los tiempos de Malan y solo disponen de su poder de chantaje

La hora de la esperanza

En su más clara encuesta concedida hasta hoy como oposicionista programático al gobierno Lula, publicada en O Globo de 15 de febrero, el ex-presidente Fernando Henrique aconsejó a Lula: “Apostar solo en el crecimiento es caer en una trampa. Lula se está cayendo en ella, que es juzgar su gobierno por el crecimiento”. Y explica: “Crecimiento hoy depende más del mercado do que de políticas públicas nacionales”.

No es lo que piensan los brasileños, como fue registrado en la pesquisa CNI-Ibope de diciembre 2003: Para 66% de los entrevistados, la principal tarea del gobierno Lula debe de ser celar por el crecimiento de la economía y por la creación de empleos.

La esperanza de los brasileños no puede quedarse en las manos de los mercados financieros. Gobernar en confronto abierto y generalizado con estos mercados es hoy, en las condiciones políticas y económicas de Brasil, una aventura de resultados imprevisibles. Desconocer la fuerza y el poder de estos mercados sería irrealismo. Pero gobernar las grandes variables económicas partiendo de su racionalidad sería un suicidio político para un partido como el PT.

En diciembre del año pasado, Lula lloró conmovido en un encuentro con limpiadores de calles en San Pablo. Prometió para 2004 un “buen año”. Un año de crecimiento económico fuerte y aceitado por políticas activas de empleo repactaría el gobierno con las mejores esperanzas para las clases trabajadoras, daría eficacia a las políticas sociales de emergencia, agrandaría la recaudación pública, disminuiría el grado de endeudamiento del país y daría confianza a un nuevo ciclo de inversiones.

En el tercer mes de 2004 está claro que los intereses del capital financiero conspiran en contra la retomada del crecimiento. No hay más la legitimidad de los tiempos de Malan y solo disponen de su poder de chantaje, es preciso ejercer la voluntad política democrática del pueblo brasileño. El PT, los partidos aliados, los movimientos sociales tienen una tarea insustituible en esta encrucijada de la esperanza. Quien espera y confía ya tuvo muchos momentos de angustia y decepción. La esperanza ahora reclama su vez y los derechos a alegría.


Traducido por Heyd Más

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