Entrevista a Martín Granovsky via blog Y Ahora Que

El experto en extremas derechas ultraneoliberales analiza a Milei y a su red internacional. Qué es Atlas. Qué significa el elogio de Elon Musk al discurso del presidente argentino.

Híper es el prefijo. Hiperactividad. Hiperagresividad. Giancarlo Summa escucha el comentario sobre el prefijo y no se asombra. “Ellos ocupan la agenda de forma permanente”, dice. “Es constante su disputa política de la hegemonía. La cuestión, para ellos, es ocupar todo el espacio público, los ritmos de la discusión. Y en eso son más eficaces que la izquierda progresista o como se llame en cada país del mundo.”

Ítalobrasileño, ex funcionario de las Naciones Unidas, Summa tiene 58 años. Es periodista y politólogo. Investigador en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, cofundó el Mudral (Multilateralismo y Derecha Radical en América Latina. Fue asesor de comunicación de las campañas electorales de Lula, en 2002 y 2006, responsable de la comunicación del Banco Interamericano de Desarrollo en Europa y director de comunicación de la ONU en Brasil, México y África Occidental. Lleva años estudiando a los líderes (el “ellos” de sus frases) de las alt rights, las extremas derechas ultraliberales o, diría él, como se llamen en cada país del mundo. 

En la Argentina su vértice es Javier Milei, pero en el diálogo telefónico con ¿Y ahora qué? Summa insiste en mirar siempre el mundo entero.

–Milei hizo en Davos el discurso más ideológico escuchado allí. Normalmente se discuten en Davos los grandes temas y las mega tendencias de la sociedad y el capitalismo global. No es un encuentro de revolucionarios, por supuesto, pero suelen escucharse discursos sobre el cambio climático, la involución autoritaria, las migraciones, la inestabilidad global… A veces van jefes de Estado de países en desarrollo para intentar convencer a los demás de que ellos tienen soluciones para sus países y por lo tanto merecen confianza. O piden inversiones. 

–O sea que el discurso de Milei fue extraño incluso para Davos.

–Nunca escuché un discurso así. ¿Dónde está el socialismo en el mundo, ya que terminó la Guerra Fría? ¿Corea del Norte sola? En realidad, Milei se dedicó a criticar la justicia social y presentar a los impuestos como una fuerza coactiva, cosas por las cuales pondrían en peligro a Occidente como fruto de un complot global. Es un discurso que en Brasil podría haber hecho Olavo de Carvalho, una especie de filósofo loco de extrema derecha, teórico de Bolsonaro. Lo que es interesante señalar es que quien elogió el discurso de Milei fue Elon Musk, de Tesla y X. Musk es uno de los ejemplos más marcados del extremismo de derecha en el ámbito económico. El resto de los empresarios no es precisamente socialista pero no plantea, como Milei, la extinción del Estado. Milei se colocó abiertamente a nivel internacional en la extrema derecha. 

–¿El “ellos” que mencionaste antes es parte de una conspiración?

–No es una cuestión de conspiraciones sino de redes de extrema derecha y ultraneoliberales. Una de esas redes es Atlas Network. Y en esas redes intercambian experiencias sobre cada país. Sobre lo que pasó, por ejemplo, en Brasil con Jair Bolsonaro y en los Estados Unidos con Donald Trump.

–¿Qué aprendieron los ultras de otros países de Brasil y de los Estados Unidos?

–Los tiempos. Trump y Bolsonaro respetaron las reglas democráticas al principio. No cambiaron tantas cosas como querían, y en un sentido eso les impidió hacer la revolución ultraliberal que habían anunciado. Después ya fue tarde, porque la oposición se consolidó y trabajó. Estamos hablando de dos países, con sus diferencias evidentes, con instituciones complejas y contrapoderes. Tanto Bolsonaro como Trump llegaron al intento de golpe al no haber ganado la elección. Pero, insisto, era tarde.

–¿Y Milei?

–Milei hizo algo más peligroso e inteligente desde su punto de vista. Usar el respaldo de legitimidad y credibilidad, su capital político, que es muy grande al inicio de una presidencia, para tratar de imponer desde el primer momento la agenda que había prometido en el terreno ultraliberal. En el gradualismo político la oposición puede organizarse, y los contrapoderes pueden empezar a funcionar. Milei juega a no dar tiempo, a no regalar tiempo. Lo digo con pesar, pero hizo bien esa jugada desde sus propios intereses.

–¿Cuáles serían esos intereses?

–Un programa de cambio profundo de la forma de ser del país. No es solo ganar una elección sino cambiar las condiciones materiales e institucionales. Los gobiernos progresistas nunca utilizaron el capital político para promover cambios radicales. La derecha, en cambio, no tiene complejos. Ni Bolsonaro ni Trump fueron tontos, pero a la vez les faltó instinto político. Y al mismo tiempo mostraron un alto grado de refinamiento en los sistemas de comunicación. ¿Hay también consejeros y ayudas desde afuera?

–¿Hay? ¿Atlas es eso mismo?

–Atlas es una continuación intelectual, pero más activa en el terreno, de lo que fue la Sociedad Mont Pelerin creada en los años ‘40. Esa gente trabajó en la construcción de una ideología hiperneoliberal durante 40 o 50 años y logró que entrara en el mainstream, en el sentido común. Atlas fue creada en 1981. 

–Comenzaba Ronald Reagan y ya gobernaba Margaret Thatcher.

–Sí. Vienen formando cuadros por el mundo y por América latina. Tienen más de 500 centros asociados. Más de 100 en América latina. Hacen cursos de formación, encuentros, dan premios a los jóvenes que más se organizaron y que más argumentaron sobre la desaparición del Estado y la privatización de todo. Hacen algo que los progresistas dejaron de hacer, que es formación de cuadros. En el caso de Brasil un artículo académico constató que más de 100 personas que venían de centros afiliados entraron al gobierno de Bolsonaro. No tienen partidos como base de cuadros pero así los obtienen. Y crean mitos. Tienen valores hiperliberales que les hacen aceptable la elección de gente como Milei y Bolsonaro. Al mismo tiempo se educan y se forman los cuadros que van a trabajar en sus gobiernos. Es una operación extremadamente eficaz.

–Los europeos suelen englobar a todos como populistas.

–Es un error. No son populistas. Son variantes de la derecha radical. Y cuidado, que todos son muy buenos en la utilización de redes sociales, que es la forma de comunicación de la edad contemporánea, con la caída de la concentración de la gente para leer cosas complejas.

–Son una red internacional pero su tema para captar simpatizantes no parecen ser las relaciones internacionales.

–Las redes hablan de lo que pasa en cada país. La política es siempre primero local. Pero se reproducen temas a partir de las mismas imágenes y las mismas ideas. No creo que exista una central universal de extrema derecha. Sí existen redes, y entonces unos reproducen ideas y formas de otros. Así circulan.

–Milei habla, y lo hizo también en el Foro de Davos, de colectivismo y “marxismo cultural”.

–Ellos lo relacionan con los objetivos de desarrollo sostenible, los ODS de la ONU para 2030. Marxismo cultural es el nombre para la educación pública, la reducción de las hambrunas, el desarrollo limpio, el agua no contaminada y la reducción de las desigualdades. También circula la idea de criminalizar protesta y disenso.

–En la Argentina ya hay un nuevo protocolo contra la protesta.

–Lo sé. Atlas trabajó muy fuerte en el plebiscito de Australia sobre derechos de los pueblos originarios. En contra, claro. Con los mismos argumentos que se leen en América latina. Hay una convergencia no casual de temas en lugares muy distintos del mundo. Hay una unificación de discurso porque hay redes de intercambio de ideas y de conocimiento incluso personal entre los líderes de derecha. En los mismos días del asalto al Capitolio, Eduardo Bolsonaro, el hijo más activo de Jair Bolsonaro, se reunión con Trump. Hay una foto de 2022 que muestra a Milei, Kast y Bolsonaro en Brasil. Ellos y los europeos participan de los encuentros de la Conferencia de Acción Política Conservadora, donde son muy activos la italiana Giorgia Meloni y el húngaro Víctor Orbán. 

–Orbán y los Bolsonaro estuvieron en la Argentina en la asunción de Milei.

–Y todos dicen estar contra el Estado. Algunos hasta hablan de destrozar al Estado. Otros toman otros temas. Marine Le Pen habla más bien de los derechos solo para los franceses como etnia, o sea que excluye a los extranjeros aunque sean franceses hijos de extranjeros. El fenómeno de la derecha radical ya está presente en todo el planeta. En Europa, en las Américas. Tal vez no en Africa. Y, con sus diferencias, podemos distinguir a esta derecha por cinco características.

–¿Cuáles son?

–La primera característica es el rechazo a los derechos humanos de manera integral: los políticos, los sociales, los de género, los ambientales. El único derecho que defienden es el derecho a la propiedad.

–¿Segunda característica?

–Exaltación del patriotismo, del nativismo, de la búsqueda de una comunidad homogénea. Y por lo tanto de ahí surge una demanda de adhesión al Estado como representante legítimo de esa comunidad. Por eso Milei habla de “argentinos de bien”. O sea que la patria es importante pero los otros son zurdos de mierda que hay que eliminar. La tercera característica es el uso permanente de la antinomia amigo-enemigo. Aunque no reivindiquen a Karl Schmitt, dicen que los enemigos tienen que ser eliminados.

–¿Políticamente?

–Políticamente, en principio. Pero físicamente, ¿por qué no?

–¿Cuarta característica?

–La obsesión con el tradicionalismo. La exaltación de un pasado supuestamente glorioso, donde todo estaba bien, antes de que llegaran los derechos, los indígenas, las mujeres, las diversidades. Milei habla de cuando la Argentina era el país más rico del mundo, cosa que no ocurrió nunca. Es la idea de un pasado mítico, que por definición nunca existió.

–¿Quinta, Giancarlo?

–La reversión y utilización de la violencia. A veces física, como en Filipinas, cuando mataron a 25 mil personas por narcomenudeo. Y a veces simbólica. La motosierra de Milei. La exaltación permanente de las armas por parte de Bolsonaro o Trump. Motosierra, exaltación de las armas por Bolsonaro o Trump. No hablamos necesariamente de los camisas negras del nazismo pero a la vez siempre hay una violencia amenazadora muy fuerte en el discurso político. En la India el oficialismo de Modi estructura el sentimiento antimusulmán desde el partido de gobierno. Desde el punto de vista más técnico, todos utilizan mucho la comunicación directa con el pueblo, desde el líder. El poder carismático, diría Schmitt. Es el plebiscito con el que amenaza Milei. También lo hizo Chávez en Venezuela, para decir la verdad. Y otro dato que veo que es muy marcado en la Argentina: ignorar al Congreso. ¿Para qué tomarlo en cuenta, si es un simple intermediario?

–Todos hacen un uso intensivo de las redes sociales, ¿no es cierto?

–Casi todos. En las Américas son utilizadas por los propios líderes. Ni Modi ni Erdogan en Turquía hacen lo mismo. Su trabajo es más institucional, como si quisieran reforzar su carácter de estadistas. Claro que allí las ideas circulan en un submundo que no les es ajeno. En otras épocas fue la radio el medio elegido. Ahora, las redes. Nada nuevo.

–¿Qué rasgo común tiene el discurso violento?

–Uno que los unifica: aprovechar el miedo. La esperanza, que es la apelación de los progresistas, es un sentimiento débil. El miedo es un sentimiento fuerte porque alude a la necesidad de sobrevivir. Miedo a la criminalidad. Mano dura como respuesta. Miedo a los migrantes. Culparlos es la herramienta. Para este esquema las redes sociales son fantásticas, porque alientan los discursos con pocas ideas. Con ideas muy básicas, muy simples.  Son el instrumento perfecto para la derecha en un mundo con escuelas cada vez peores, donde los jóvenes no logran leer o comprender un texto. No es que las redes sean de derecha. Eso sería una estupidez. Es que son más adecuadas para la derecha. Los progresistas suelen ser torpes, pero además tienen un problema objetivo: su discurso es complejo. 

–Y no quieren simplificarlo.

–No, y en las redes no se puede problematizar. Los progresistas ofrecen esperanza y presentan complejidad. Es difícil transformar esa combinación en un discurso político ganador. Para colmo, los progresistas gobernaron durante mucho tiempo pero los resultados fueron poco transformadores. ¿Qué le contás entonces a la gente? ¿Que en el próximo gobierno haremos lo que no fuimos capaces de hacer en los últimos tres? Difícil, ¿no?