Intento golpista en Bolivia: crónica de una muerte anunciada.
En la tarde de ayer nos sorprendía la noticia de que sobre las 14:30 hs, 6 tanquetas militares habían entrado a la histórica plaza Murillo en donde se ubican los tres principales edificios gubernamentales: el Palacio Quemado (antiguo palacio de gobierno), a sus fondos el nuevo edificio de 21 pisos denominado Casa del Pueblo en donde funcionan Presidencia y los Ministerios y por último la sede de la Asamblea Plurinacional de Bolivia (Poder Legislativo).
En una de las tanquetas, el General Juan José Zúñiga, Comandante en Jefe del Ejército embistió el portón e ingresó al Palacio Quemado.
Viendo el cariz que tomaban los hechos en la plaza, el Presidente Luis Arce Catacora llamó por teléfono a Evo Morales, para alertarle sobre lo que estaba ocurriendo: “Le prevení que estaba aquí dándose un golpe de Estado para que él tome sus recaudos porque estaba claro que venían por mí, pero a mí también me quedaba claro que después iban a ir por Evo Morales”
Posteriormente salió al portal. Rodeado por su gabinete, bastón de mando en mano, encaró al Gral. Zúñiga y en su condición de Capitán General de las Fuerzas Armadas le ordenó que retirara los efectivos presentes en la plaza; a lo que Zúñiga respondió “no lo haré”.
Luego Zúñiga declaró a los medios de prensa habitualmente presentes que quería un nuevo orden que “restructurara la democracia” que liberaría a los presos políticos, ejemplificándolos en las personas de Jeanine Áñez (Presidenta del Senado) y Luis Fernando Camacho (Gobernador de Santa Cruz), promotores del golpe de estado en 2019 contra Evo Morales.
El Presidente Arce de inmediato dispone la destitución de los comandantes de las FF.AA., Ejército, Armada y Aviación y brinda una conferencia de prensa junto al Vicepresidente Choquehuanca en la cual designa a sus sustitutos, tomándoles juramento de inmediato.
El General Zúñiga, al no contar con los apoyos de la Armada, Fuerza Aérea y efectivos del ejército de la localidad de Viacha que esperaba, abandona – junto a los efectivos que lo acompañaban – la plaza Murillo.
Hasta acá una breve reseña de los hechos.
Si entramos en el análisis detallado veremos que existen varios factores que ambientaron esta situación.
Sería ingenuo pensar que en casos como éste sólo juegan factores de orden interno.
Por el contrario hay factores económicos externos para nada menores que hay que tener en cuenta.
Desde el año 2006 en que Evo Morales asume la presidencia, Bolivia ha practicado una política soberana en materia económica. En particular con la nacionalización de los hidrocarburos administrados por Yacimientos Petrolíferos Fiscales de Bolivia (YPFB).
Lo mismo hizo respecto al litio. Bolivia tiene las mayores reservas de litio del mundo que administra la empresa estatal Yacimientos de Litio de Bolivia (YLB).
En el año 2021 otorgó mediante una transparente licitación internacional los permisos para la construcción de plantas procesadoras de litio a firmas chinas y una rusa, a contrapelo de los intereses de las empresas transnacionales como Toyota, Allkem, Livent o JEMSE que lo explotan en la Argentina.
No es ocioso remarcar que Lucho Arce ha sido el constructor de la política económica de este proceso de cambio en Bolivia. Fue el Ministro de Economía de Evo durante todos sus períodos de gobierno (2006 al 2019) y luego como presidente a partir de noviembre de 2020.
En cuanto a los factores internos, ya nos hemos referido en otras oportunidades a la división existente dentro del partido de gobierno; el Movimiento al Socialismo (MAS), consecuencia de la grave disputa entre Evo Morales (Presidente del MAS) y Luis Arce Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.
Señalábamos la responsabilidad de Evo, que desaprovechó la posibilidad de utilizar su peso político para reforzar al MAS y convertirlo en una fuerza política de acción permanente; más allá de las instancias electorales y así fortalecer el proceso de cambios en el país.
Por el contrario se convirtió de hecho en un opositor al gobierno con el afán de opacar la figura de Lucho Arce y asegurarse para sí ser el candidato a la presidencia por el MAS para el 2025.
Si recordamos el papel jugado por las fuerzas armadas en el 2019 en ocasión del golpe de estado de Jeanine Áñez y le sumamos la debilidad política de los partidos opositores como por ejemplo Comunidad Ciudadana, del ex-presidente Carlos Mesa, la resultante no puede ser otra que la de un sistema democrático debilitado tanto en lo institucional como en lo político partidario.
Finalmente queremos resaltar la digna actitud de defensa de la democracia que adoptó el pueblo boliviano que salió a manifestarse a las calles y a la plaza Murillo desafiando a los golpistas, en apoyo al gobierno legítimamente electo.
En particular señalamos los pronunciamientos en este sentido de las organizaciones sociales y en particular de la Central Obrera Boliviana (COB) que de inmediato decretó un paro general por tiempo indeterminado.
Lo mismo respecto a los pronunciamientos de todos los gobiernos de los países hermanos del continente.
Las perspectivas
Más allá del final positivo con el fracaso de esta intentona golpista, que valoramos altamente, no podemos afirmar que las perspectivas futuras sean muy prometedoras.
Luego de ser detenido, el Gral. Zúñiga en un afán de alivianar su responsabilidad en vista del juicio y severa condena que deberá enfrentar, declaró que la idea de la incursión con las tanquetas y efectivos en plaza Murillo había partido del presidente Arce.
El objetivo de la propuesta era levantar su popularidad, menoscabada por el malestar en sectores de la población por el alto precio de los combustibles; en especial el gas oil (recordemos que Bolivia ha pasado de ser exportador a ser importador de combustibles) y la falta de dólares en la plaza financiera.
Lo grave radica en que esta falacia de un “autogolpe” fue de inmediato dada por buena tanto por sectores de la oposición de derecha como del propio Evo Morales y los parlamentarios y dirigentes del MAS que le siguen.
Por ende la división de la izquierda y el enfrentamiento de sus dos principales dirigentes, lejos de disminuir, se acentúan.
A nuestro juicio la única salida para reforzar la democracia y prevenir otra intentona – sea cual sea – de la derecha afín al imperialismo, pasa por fortalecer y llevar a un plano superior la alianza con los
sectores sociales y sindicales organizados.
Este afianzamiento pasará ineludiblemente por dar un salto en calidad: transformar a estas organizaciones en verdaderos sujetos sociales protagonistas del cambio y no meros beneficiarios de las políticas que impulsa este gobierno.