Toda la región, conmocionada
Lo que comenzó con el nuevo año a través de grandes movilizaciones populares en Túnez y Egipto en demanda de democracia y más salario, contra la carestía y la corrupción, se ha extendido a toda la región del norte de África y el Oriente Medio. Uno tras otro nuevos países se incorporan a la lucha, sobre todo después de la caída de Mubarak: Bahrein, Yemen, Marruecos, Argelia, Libia, incluso Arabia Saudita (donde fue a parar el dictador tunecino Ben Alí). Se habla de tsunami o de movimientos tectónicos para subrayar la magnitud del fenómeno.
El denominador común es la democratización de la sociedad y las demandas de carácter económico, que enfrentan a gobiernos autocráticos, en buena medida monarquías absolutistas impuestas desde hace décadas al margen de la voluntad popular. En Egipto y Túnez los sectores populares se mantienen movilizados exigiendo a los gobiernos provisionales el cumplimiento de las promesas. Como un símbolo, la plaza Tahrir volvió a ser colmada de manifestantes.
El mismo papel desempeñó la Plaza de la Perla en Manama, la capital del emirato de Bahrein, que fue ocupada nuevamente el sábado, después que el ejército se retiró. La oposición reclama reformas políticas (concretamente, “una Constitución escrita por el pueblo”) y la dimisión del gobierno, al que acusa de la violenta represión de la semana pasada, que provocó víctimas mortales y colapsó los hospitales. La presión sobre el príncipe heredero Salman ben Hamad al-Khalifa (de una dinastía instalada en el trono desde hace más de 40 años) viene también de EEUU, que detenta en ese estrecho territorio la base de su V Flota, encargada de proteger las rutas petroleras del Golfo Pérsico. Además, desde allí salían los aviones yankis a bombardear Irak.
En Marruecos, las demostraciones se sucedieron en la capital, Rabat, en Casablanca y también en Marrakech, en el sur, al grito de “El pueblo quiere el cambio”. Leíamos en las pancartas la leyenda: “Dictateur, dégage” (Dictador, mandate mudar) referida a Mohamed VI. Aquí ha cobrado gran arrastre el movimiento de los jóvenes 20 de Febrero, que utiliza los recursos modernos de comunicación (como en Egipto) y al cual han adherido una veintena de organizaciones civiles, personalidades independientes y ONGs. Se decretó el estado de alerta, muchos jóvenes fueron arrestados. Un video en circulación expresa que “sanidad, educación, libertad, igualdad son las reivindicaciones legítimas que el poder no muestra ninguna inclinación a satisfacer”, y se agrega que ni el anuncio de mantenimiento de los precios de los productos subvencionados, ni las promesas de reforma y de creación de puestos de trabajo han podido detener el flujo de adhesión al llamamiento. Un factor de indignación popular (en Marruecos y en toda la región) es la inmensa fortuna que ostenta el monarca, la séptima del mundo, detrás de las monarquías petroleras y muy por delante de la reina de Inglaterra. Según la revista Forbes, la primera fortuna del mundo pertenece al mexicano Carlos Slim y la segunda, según se estimaba, a Bill Gates, pero al parecer Mubarak sobrepasa a este último.
El caso de Marruecos nos interesa particularmente porque es el opresor del pueblo saharaui y se opone a su independencia y autodeterminación. Precisamente en el día de hoy el embajador de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) presenta sus cartas credenciales al presidente Mujica, un hecho de profundo significado.
Las cosas han comenzado a moverse incluso en Arabia Saudita, un ejemplo de pura cepa de monarquía absoluta (a cargo de Abdalá bin Abdelaziz), que por añadidura contiene una de las mayores reservas petroleras del mundo y es un mercado colosal para la industria armamentista de EEUU. Allí los partidos están prohibidos y quienes intenten formarlos arriesgan castigos. La justicia prevé aplicación de penas corporales en las plazas públicas. Los miembros del Consejo Consultivo Saudí son nombrados directamente por el monarca. Pues bien: en el clima generado en la región, se presentó una solicitud de formación de un partido político, el Partido Islámico del Pueblo. La solicitud fue denegada, pero es un síntoma.
La conmoción llegó también a Libia, donde Muamar Kadhafi está en el poder desde setiembre 1969. Se registraron violentas manifestaciones contra su gobierno, sobre todo en Benghazi, que llegaron a Trípoli, la capital. La represión alcanzó a 208 muertos, según Al Jazira. Khadhafi apareció junto a un grupo de sus partidarios, pero luego la escena fue ocupada por su hijo Saif, quien formuló promesas de reforma de la Constitución, aumento de salarios, préstamos hipotecarios a los jóvenes, pero exhortó a cesar las manifestaciones y auguró una sangrienta guerra civil e incluso la división del país en caso de que persistieran las confrontaciones de los grupos alzados contra el gobierno.
Hubo manifestaciones en Argelia, reprimidas por las fuerzas de seguridad. En Jordania se desarrollaron demostraciones de signo contrario, de opositores y partidarios del régimen, y el rey Abdalah (que ya cambió al primer ministro) prometió nuevas reformas. Lo que resultaba insospechado es que los choques llegarían al Kurdistán irakí, región autónoma. Los kurdos están divididos entre Armenia, Siria, Turquía, Irak e Irán. En Sulaimaniya, la segunda ciudad, hubo toque de queda y protestas por los malos servicios públicos, la carestía y la corrupción., y ataques cruzados a oficinas del gobierno y de la oposición.
La situación continúa fluida en toda la región, con pueblos lanzados a la lucha y un futuro indefinido.
Niko Schvarz, jornalista e escritor uruguaio, membro da direção da Frente Ampla e do Grupo de Trabalho do Foro de São Paul
Publicado en La República, 22 de febrero 2011, pág. 16