Celebrado por primera vez en la Argentina, el XVI Encuentro del Foro de  Sâo Paulo que sesionó durante toda la semana en la capital porteña se  transformó en un balance de sus 20 años de lucha y de la fraterna unidad de  los partidos que lo integran.

Hubo reminiscencias gardelianas, como el lector habrá imaginado al leer el título. Pero no para afirmar que “20 años no es nada”. Al contrario: mucho  ha cambiado la América Latina y caribeña desde la fundación del Foro en  los días iniciales de julio 1990 en el Hotel Danubio de la capital paulista, con la particularidad de que dicho hotel no existe más y que el  nombre de Foro de Sâo Paulo se decidió en el II Encuentro, en Ciudad de  México. El FSP se transformó en ese lapso en un polo de atracción de las  fuerzas de izquierda, genuinamente democráticas, avanzadas y de raigambre  popular. Y también en un foco de interés para los sectores de izquierda  de otros continentes, precisamente porque supo conjugar el verbo de la  unidad en sus múltiples expresiones. Y porque sus éxitos y avances están  indisolublemente ligados a esa vocación de unidad sin exclusiones. Ello  se expresaba en la presencia en el XVI Encuentro de unos 600 delegados e invitados, de 54 organizaciones provenientes de 33 países de América, Europa  y Asia. Se aprobaron resoluciones conjuntas de América Latina con la  Izquierda Europea sobre problemas de interés común, como el de las  migraciones, y otros.

 Los cambios en nuestros países a lo largo de en estos 20 años  fueron evocados en numerosas intervenciones y están resumidas en la  conclusión de la Declaración final, que expresa: “Nuestro éxito reside en  que contribuimos no solamente a construir la época de cambios en que  estamos, sino principalmente porque escogimos un camino que nos está  llevando a construir un cambio de época”. (La expresión original pertenece  al presidente Rafael Correa). Y se agrega: “Un camino basado en la  resistencia al capitalismo neoliberal, en la valorización de la  democracia, en la construcción de un nuevo modelo económico y social de  desarrollo, en nuevas formas de gobernar, en la defensa del socialismo y  en la percepción de que la unidad de las izquierdas, en todas sus distintas  expresiones, es una condición esencial para nuestra victoria”.

 Los cambios están destacados también en una carta enviada al Encuentro  por el presidente Lula, que fuera miembro fundador del FSP y participante  activo, junto a su asesor en política exterior Marco Aurelio García, en  todas sus instancias. Estableció un vívido contraste entre la situación de
 América Latina en aquel entonces, en que se desplomaba el campo socialista  europeo y reinaba el “pensamiento único” como expresión del neoliberalismo a  ultranza, y el momento actual, en que un conjunto de fuerzas de izquierda,  en su mayoría pertenecientes al FSP, están al frente de los gobiernos de sus  países. Lula estima que los debates impulsados por el FSP guardan estrecha relación con estos resultados, que se concretan en cambios favorables al  pueblo en nuestros países y en la región en su conjunto, de lo que son  ejemplo las políticas sociales que elevaron a 30 millones de brasileños  sobre la línea de pobreza y la creación de 14,5 millones de puestos de trabajo, al tiempo que se cortaron los lazos de dependencia con el FMI, se  profundizó y ensanchó la democracia y se afianzó la soberanía nacional. Este ejemplo paradigmático vale, con variaciones, para el conjunto de países  gobernados por la izquierda y con distintas coaliciones de ese signo. A la vez, la creación de UNASUR y de la Comunidad de Naciones de América Latina y  el Caribe (CELAC) abre el camino para una verdadera integración en el continente, fundada en los valores de la democracia, del progreso económico  y social y de la solidaridad.

Ésta fue una de las caras del rico debate del XVI Encuentro, pero  tiene su contracara. Las fuerzas de la derecha procuran reagruparse en  cada país y en el continente (a menudo con apoyo externo) para evitar que  ese nuevo curso se consolide y se torne irreversible. (Los ejemplos de Panamá, Chile, Colombia están a la vista). En estas condiciones, estamos  inmersos “en una disputa reñida por los rumbos de nuestro continente”, como  dice la declaración final, sin dejar de recordar que desde 2009 se produjeron las reelecciones presidenciales en Bolivia y en Ecuador, en Uruguay el Frente Amplio obtuvo su segunda victoria consecutiva y en El Salvador el candidato del FMLN ganó por primera vez la elección  presidencial.

La conclusión consiste en bregar por ampliar la unidad de los  partidos progresistas del continente, consolidar los logros y profundizar  los cambios, acelerar el proceso de integración y hacer de este ciclo de  gobiernos progresistas y de izquierda el punto de partida hacia un nuevo  modelo de desarrollo para el continente.

El XVI Encuentro del FSP tuvo además una importante proyección  internacional, señalada en particular por la recepción que le tributó al ex  presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, acogido cálidamente  cuando ocupó la tribuna en el acto de inauguración y que acompañó (con su  esposa Xiomara) a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando ésta recibió a los integrantes del Encuentro en la Casa Rosada. También llegó con  el ex presidente Néstor Kirchner a un acto de organizaciones políticas  argentinas al que fueron invitados los delegados del FSP. Recuérdese que  Kirchner es el actual secretario general de la UNASUR, la que desempeñó  un importante papel en la lucha por evitar la secesión en Bolivia y,  recientemente, en la solución del grave diferendo entre Colombia y  Venezuela, contribuyendo a la reanudación de las relaciones mutuas.

Así como el Encuentro asumió compromisos de lucha por el  restablecimiento de la democracia en Honduras (la presidente argentina  exhibió gran firmeza en cuanto al no reconocimiento del gobierno de Lobo),  también se involucró de lleno en el diferendo colombiano-venezolano y, más en general, con la causa de mantener a América Latina como zona de paz. Ya  lo veremos.